Escultura es cultura
El próximo ocho de noviembre se vivirá de un modo distinto en Barcelona y en Tortosa. Barcelona estará sumida en la visita del Papa, que el día antes habrá consagrado el templo de la Sagrada Familia. Tortosa, por su parte, asistirá expectante al pleno municipal en el que se votará la moción popular presentada por la "Comissió per la retirada de la simbologia franquista de Tortosa" del Casal Popular Panxampla, avalada por 2000 firmas. En ambos casos, la escultura tendrá un papel primordial. En la Sagrada Familia, porque la bendición papal incluirá los horripilantes robocops de piedra con los que Josep Maria Subirachs ha ido poblando la fachada de la Pasión del Templo Expiatorio desde 1987. En Tortosa, porque votarán retirar la escultura de Lluís Maria Saumells que preside el Ebro desde mediados de los sesenta. Un monumento de bronce que podría figurar en el libro Moritz de récords como el símbolo franquista más gordo que queda en la Catalunya del siglo XXI.
Son dos casos distintos, pero presentan concomitancias. Las esculturas de Subirachs provocaron en 1990 una repulsa pública convocada por un colectivo de artistas a la que se adhirieron nombres como Tàpies, Bohigas, Brossa, Perejaume, Barnils, Monzó o La Fura dels Baus. Se celebró una manifestación frente a la Sagrada Familia en la que los participantes podían subir a un pedestal y soltar su opinión sobre la obra. Recuerdo que participé leyendo anagramas compuestos con las 19 letras del nombre del artista, como por ejemplo "Ja ho escups amb ira, sir" o "Boc, ja hissa més púrria!". De nada sirvió el jolgorio. Dos décadas después, los inquietantes robocops de Subirachs siguen ahí, a la espera que el Papa los bendiga.
La verdad es que el aguilucho imperial está muy bien conseguido, por no hablar de las estilizadas flechas sobre las que se sustenta la obra, que piden a gritos la compañía de un yugo.En Tortosa son más sagaces. La moción llega a la instancia de poder que puede decidir la retirada de la obra: el consistorio. Prosperará si CiU, que ostenta la alcaldía, vota a favor. Pero el alcalde Ferran Bel no lo considera una prioridad, apelando al valor artístico de la obra y al hecho que ya se retiraron los símbolos franquistas que contenía. El alcalde Bel se refiere al víctor de Franco, las letras en las que se leía "Al Caudillo de la Cruzada y de los veinticinco años de paz" y las placas que conmemoraban la inauguración del monumento en 1966. Bel tiene razón en lo del valor artístico de la obra. La verdad es que el aguilucho imperial está muy bien conseguido, por no hablar de las estilizadas flechas sobre las que se sustenta la obra, que piden a gritos la compañía de un yugo.
Es tanto el interés artístico que sucita que el señor alcalde pecaría de egoista si, como parece insinuar, votara en contra de retirarla de su emplazamiento actual. Una obra de un artista tan ilustre como Lluís Maria Saumells merecería sin duda ser degustada por otros públicos. Está muy bien que ahora la fotografíen los turistas, pero ¿por qué no cederla solidariamente en exposición itinerante? Sin más dilación, podrían mostrarla en la Sagrada Familia, cerca de la fachada de la Pasión, con motivo de la inminente visita papal. Luego, a finales de noviembre, tras el Barça-Madrid, tal vez merecería plantarse en la barcelonesa plaza de Sant Jaume y, según fuera recibida por la ciudadanía, ir itinerando de plaza mayor en plaza mayor, incluso fuera de Catalunya. Seguro que al alcalde de Valladolid le gustaría. Eso sí, con la debida reposición de todos los elementos que le fueron sustraídos por razones ajenas al mérito artístico, vulnerando así el derecho moral que el escultor Saumells, como cualquier artista, tiene sobre la integridad de cualquier obra de su autoría.
Màrius Serra. La Vanguardia. Dimarts, 26 d'octubre de 2010
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